Cuentos de Canterbury |
Pues bien, yo quería hablaros del cuento del Alguacil, que narra la historia de un fraile de Yorkshire con muy pocos escrúpulos, que va chantajeando al populacho con la amenaza de las llamas del infierno para sacarles todo el dinero y las viandas que puede.
Después de extorsionar a diestro y siniestro, se dirige a la casa de una familia acomodada donde siempre es bien agasajado. El dueño está enfermo. Nuestro fraile se dirige a él con letanías y sermones, pero el amo lo deja en evidencia: “Estos últimos años llevo gastadas libras y más libras en toda clase de frailes y no he mejorado en absoluto”.
Catedral de Canterbury |
Al final, el señor de la casa le dice al fraile que le dará algo para su convento, con la única condición de que lo reparta a partes iguales entre todos los frailes... Le dice que en sus nalgas tiene escondido un secreto. El fraile no lo duda ni un momento y cuando está escudriñando entre las posaderas, el enfermo le suelta un pedo –“ningún caballo de los que arrastran el carro jamás soltó uno tan ruidoso”–.
Entrada a la catedral de Canterbury |
El fraile dio un respingo y salió de allí hecho una furia, maldiciendo y lanzando exabruptos.
Un regalo así, e incluso algo más escatológico, bien se merecerían personajes actuales de la iglesia como Benedito XVI y, sin ir más lejos, Rouco Varela, por algunas de las barbaridades que han llegado a decir.
¡Qué Dios me perdone! Lo que acabo de decir bien me podría valer la hoguera.
En cualquier caso, aunque el dicho reza “la venganza es un plato que se sirve frío”, no hay que desdeñar los poderosos efectos de una ventosidad caliente…