sábado, 16 de noviembre de 2013

La cruel paradoja del sello de William Wallace

http://www.scottisharchivesforschools.org
Quien me conoce bien, sabe que William Wallace es, probablemente, mi personaje histórico favorito. Y lo sabe bien porque alguna vez ha tenido que sufrir alguna de mis apasionadas disertaciones sobre este guerrero. Bien, pues hoy las víctimas sois todos vosotros, queridos lectores y lectoras.

Y os voy hablar de los misterios que rodean al sello de este caballero escocés. Uno de los pocos documentos conservados actualmente que demuestran la existencia de William Wallace es la carta de Lubeck (Alemania), un documento firmado por este noble en calidad de Guardián de Escocia (regente) donde se invita a esta localidad germana a reanudar las relaciones comerciales después la batalla de Stirling. El sello de cera de dicha misiva incluye la inscripción WILLELMUS FILIVS ALANI WALAIS  (William , hijo de Alan Wallace) y un dibujo de un arco y una flecha.

Una interpretación del sello hecha en Glasgow en 1911.
http://www.scottisharchivesforschools.org
Para Chris Brown, autor de una biografía de Wallace, esta insignia no responde a que William fuera un arquero profesional, ya que no hay evidencias de que participara en las campañas de Gales. Según Brown, es más probable que se debiera a su destreza con el arco y las flechas, pero en momentos de ocio propios de la nobleza como cacerías y competiciones. Una habilidad de la que debía sacar partido para conocer y establecer vínculos con otros nobles a los que después les pediría su apoyo para luchar contra los ingleses.

La cruel paradoja del emblema de Wallace es que fueron precisamente las flechas las que derrotaron a su ejército en la batalla de Falkirk, un pensamiento que quizás se le pasó por la cabeza en algún momento de desazón.

Los expertos consideran que no podría haber lucido este símbolo en sus armas, ya que no está enmarcado por un escudo tal y como requiere la heráldica.

Antes de que llegara Hollywood, el imaginario popular siempre había representado a Wallace con un león rampante blanco sobre un escudo rojo, inspirado en el mismo león rojo sobre fondo amarillo de la realeza escocesa. Pero es realmente difícil que luciera una insignia de inspiración real antes de convertirse en Guardián de Escocia. Por tanto, el contenido de su escudo todavía es una incógnita. Lo que está claro es que lo sostuvo hasta su último aliento...

Carta de Lubeck. El sello muestra por un lado el emblema de Wallace y, en el reverso,
el escudo del Reino de Escocia. http://www.scottisharchivesforschools.org


Links de interés:
http://www.bbc.co.uk/news/uk-scotland-edinburgh-east-fife-19207984
http://www.scottish.parliament.uk/newsandmediacentre/53438.aspx

jueves, 19 de septiembre de 2013

Balaguer recupera su esplendor condal

El pasado fin de semana, Barcelona no tuvo más remedio que compartir su título de ciudad condal con Balaguer, pues allí se congregaron un gran número de huestes –más de 250 personas y 30 grupos-, en el marco de Harpia 2013, el III Encuentro Internacional de Grupos de Recreación Medieval.

Hacia allí me dirigí raudo y veloz en respuesta a la llamada de armas del comte d’Urgell Jaume II, quien se había alzado contra el rey Ferrán de Antequera al considerar legítimo su derecho al trono de la Corona de Aragón.

Jordi, de la Companyia d'Almogàvers.
Paco, del Clan Hávamál.
Durante la mañana del sábado, los guerreros se entregaron a la habitual jornada de entrenamiento. Yo estuve probando el lanzamiento de azconas y hachas, donde almugabares y vikingos demostraron el gran dominio que tienen de estas armas. No en vano, el torneo de azconas lo ganó Jordi, de la Companyia Almogàver.

En el torneo de hachas tampoco hubo sorpresas. Se impuso Paco, del Clan Hávamál. De hecho, llevaba toda la mañana clavando en la madera una media de dos de cada tres lanzamientos.  

Donde sí hubo sorpresas fue en el torneo de tiro con arco, en el que se impuso una recreacionista que practicaba por primera vez. Sin duda, apunta maneras.

La contienda
Tras la suculenta comida, me tumbé un momento en la hierba junto a la tienda. Las ramas de los sauces llorones parecían caer cual lluvia frondosa… Pero no hubo tiempo para más descanso porque Jaume d’Urgell había convocado a todos los hombres de armas ante la inminente llegada de un contingente de Ferrán de Antequera.

La actividad frenética tomó entonces el campamento. Escuderos y esposas voluntariosas ayudaban a los guerreros a ponerse las cotas de maya y los yelmos. Miradas de concentración en los hombres de armas. Yo hasta última hora no supe si iba a entra en batalla, porque no tenía guante de malla para la mano con la que iba a empuñar mi espada. Vaya, cosas típicas de los novatos. Suerte que Roger, uno de los capitanes de la Orden de la Espada, me prestó el suyo. ¡Sería mi primera contienda!

Foto de Juan Carlos Sanmartín.
Las tropas condales y las del Trastámara se desplegaron en el margen del río Segre. Las dos comitivas se acercaron para encontrar algún atisbo de acuerdo. Ferrán ordenó rendirse a Jaume II y el conde le contestó:
-Això mai, o rei o res! (¡Eso nunca, o rey o nada!).

Habría batalla y los hombres de armas recibieron la noticia con gritos aguerridos y picando con sus espadas en los escudos. Cada bando formó dos líneas de infantería que avanzaban bajo las órdenes de unos entregados capitanes. Todos ellos se dejaron literalmente la voz para lograr un avance de uniforme y compacto.
Foto de Juan Carlos Sanmartín.
Las sucesivas órdenes de intercambio de filas, fruto de un gran trabajo de coordinación del Clan El Cuervo, permitieron mantener la intensidad de ataque, ya que de esta manera la vanguardia pasaba a la retaguardia para tomar un respiro y recobrar fuerzas.

El climax de la contienda se produjo cuando las fuerzas vikingas mercenarias lanzaron una gran carga. En décimas de segundo, vi a un aguerrido guerrero abalanzarse sobre mí. Me salió un grito de furia totalmente instintivo, fruto de la subida de adrenalina. La embestida fue brutal, pero creo que pude resistir bastante dignamente para ser mi primera batalla.

Con la carga, las líneas vikingas perdieron su uniformidad, algo que aprovecharon las huestes cristianas para provocar un importante número de bajas en el bando contrario.

Al final, qué gran sensación levantar la espada y gritar victoria… Quizás la experimenté así de intensamente porque sé que otro día me tocará a mi morder el polvo…

Llegó la hora de la entrada triunfal a la ciudad de Balaguer, en medio de los vítores de la plebe. Era impresionante ver el reguero de antorchas que portaban las huestes a lo largo de toda la muralla, en dirección al Castell Formós, para recibir los honores de Jaume d’Urgell.

Al caer la noche, la fiesta y el desenfreno tomaron el campamento. Las carcajadas se mezclaban con los cánticos a la tenue luz de las lámparas. Los reflejos de las lumbres refulgían con la misma intensidad que las efervescencias etílicas. Y es que ¿quién se puede resistir a un gran surtido de licores hechos artesanalmente por los propios recreacionistas? Que si limonchello, licor de moras, orujo…

No es de extrañar que a la mañana siguiente el techo de la tienda diera vueltas como si de una rueda de molino se tratara…

Lizas
Participantaes de las lizas.
Pero no había tiempo que perder, porque las lizas estaban a punto de comenzar. Un total de 14 hombres de armas esperaban pacientemente su turno para poner a prueba su destreza con la espada. Y realmente se vieron combates interesantes, con algunos detalles muy técnicos como una triple finta de espada. La final enfrentó a Carlos, de Miles Seculi, y a Lluis, señor de Brena y miembro de las Huestes de Brena. Un duelo realmente disputado que finalmente se llevó Carlos, erigiéndose en campeón de las lides.





Campamento de la Companyia de
Claramunt.
Los combates coincidieron con la jornada de puertas abiertas del campamento, que estaba ordenado cronológicamente del siglo IX al XV. Un pasillo interior permitía al público ver más de cerca los diferentes destacamentos. Las gentes del siglo XXI pudieron percibir cómo los recreacionistas cuidan hasta el más mínimo detalle. Valga como ejemplo los lentes de madera de mi compañero de armas Xavi.

Esta aproximación también permitió la interacción entre el público y las gentes del Medievo. A mí se me acercó a hablar un hombre que me confesó que era ‘cátaro puro’… Porque no tenía confianza sino le hubiera dicho en plan de broma: no se te ocurra ir este año por Muret…

El encuentro de recreación concluyó en la plaça de Mercadal, donde se entregaron los premios de las diferentes disciplinas. A las ya nombradas se sumaron la de la mujer y el hombre mejor vestidos, que recayeron en la dama de Alcalatén Pilar y en Luis, de la Compañía del Norte.

Al final, las huestes se despidieron con pesar por la marcha pero con el latido condal de Balaguer en sus corazones, deseando la pronta llegada su próximo viaje en el tiempo.

martes, 23 de julio de 2013

Bagà: un puente hacia el Medievo

El pasado fin de semana, multitud de hombres de armas y curiosos de diversos reinos se acercaron a Bagà con motivo del edicto del barón Galcerán de Pinós en el que se convocaba a todo aquel guerrero que quisiera sumarse a la conquista de Almería.

Las mesnadas se concentraron en dos campamentos, ubicados a ambos márgenes del río Bastareny, unidos por el popular Pont de la Vila, un puente del siglo XIV de tres arcos.

Arnau Mir de Tost y
Huestes de Medina Yarca .
Orden de la Espada.
Templers del Comptat de Barcelona.

El cronista que aquí escribe se estrenaba como miembro de la ‘compañía’ Arnau Mir de Tost, una oportunidad que me permitió descubrir varias curiosidades de la época, como aprender a montar una tienda medieval o un camastro de la época que resultó ser de lo más cómodo.

Cavallers de Urrea i Dames de Alcalaten.
Compartimos campamento con los Templers del Comptat de Barcelona, la Orden de la Espada, los Cavallers de Urrea i Dames de Alcalaten, las Huestes de Medina Yarca y los Guardianes de Castellar. La frondosa arboleda proporcionaba una confortable sombra adornada con el rumor de las ágiles aguas del Bastareny. Sin duda, un lugar lleno de magia.




Clan Hávamal y Clan Eire.
En nuestra visita al otro campamento, descubrimos que dicho destacamento no había perdido el tiempo. Los y las vikingas del Clan Hávamal, estaban bañándose en el río, ajenos a la baja temperatura de la corriente. ¡Cómo se nota que están acostumbrados a las gélidas aguas del norte! El Clan Eire, los Almugabares de Zaragoza y la Companyia Almogàver, organizadora del evento, se dedicaban a otros menesteres, como la práctica de la escritura medieval.

Y un jarro de agua fría fue, precisamente, la lluvia que cayó incesante durante la tarde, obligando a suspender la batalla en la que se escogerían a las mejores espadas para la conquista de Almería. En ese momento descubrí la gran practicidad del escudo para parapetarse de la lluvia, que más tarde se convirtió en granizo.

No nos quedaba otra que volver a los campamentos y refugiarnos bajo los toldos. En ese momento me puse en la piel de aquellos hombres de armas que debían soportar en sus tiendas la terrible espera día tras día hasta que llegara el momento de la batalla. Qué mejor forma de rendirles tributo que dedicarse a algunos de sus entretenimientos, como beber buen vino y explicar anécdotas de múltiples contiendas.

Los Almugabares de Zaragoza, amenizando la fiesta.
Al caer la noche, la lluvia nos dio una tregua y pudimos hacer el desfile de gala por las calles de Bagà. La villa se había vestido con sus mejores galas para recibir a las mesnadas. Los que más animaban el cotarro eran vikingos e irlandeses con sus canciones. En una de ellas ponían letra a la banda sonora de Juego de Tronos. Una letra ciertamente lasciva que de buen seguro hubiera despertado las más bajas pasiones de la mismísima Cersei.

En la plaza porticada, las diferentes compañías presentaron sus honores al barón y la baronesa del Pinós. Para culminar la celebración, los Almugabares de Zaragoza tocaron algunas canciones que desataron la algarabía en la plaza. El clímax llegó con el tema ‘Brindis de Taberna’ del grupo de folk aragonés Lurte.

Entrenando el día anterior a las lides.
A la mañana siguiente, por fin lució el sol. Se convocó a los hombres de armas para enfrentarse en las lizas. Hacia allí me dirigí yo con mi yelmo y equipo por estrenar, con el honor de poder lucir el escudo de Arnau Mir de Tost del que tan bien velaba el precoz escudero Arnau.

Cada participante tenía la oportunidad de dirimirse en cinco combates. Sentí en mis propias carnes el gran desgaste que suponía la lucha medieval. Al minuto, sentía mi respiración jadeante y la espada me pesaba como una gran maza. Notaba los tajos de la espada oponente sin haber visto ni siquiera por dónde venía el filo atacante. Eso sí, sin sentir dolor alguno gracias a la protección del gambesón y del yelmo, y a los filos romos, si no hubiera sido pasto de los buitres. La gran suerte era poder aprender de las diestras espadas que allí se congregaron y de los sabios consejos de estos veteranos.

La final, que enfrentaba a la Orden de la Espada y al Clan de Hávamal, se celebró en la plaza porticada con todos los honores. Después de un disputado combate, al final Odín pudo con San Esteban, que esta vez no escuchó las plegarias de Galceran el Pinós. La anécdota la protagonizó la baronesa, que viendo que el caballero vencido se resentía de un tirón en la pierna, no dudo en masajearle el muslo. Todo un ejemplo de dedicación a sus vasallos, aunque la escena provoco más de un comentario jocoso de los allí presentes.

Seguro que la próxima llamada a armas, en Balaguer el próximo mes de septiembre, también da mucho de sí. Allí estaremos para contarlo mi afilada pluma y este humilde servidor.

martes, 21 de mayo de 2013

Medieval, de la cabeza a los pies…


Después de varios años asistiendo como público a eventos de recreación medieval, por fin voy a poder hacer realidad el sueño de convertirme en un humilde vasallo del Medievo y, si Dios lo quiere y cuento con las mínimas destrezas empuñando la espada, servir como hombre de armas. Será el 20 y 21 de julio en Bagà gracias a la invitación del grupo Arnau Mir de Tost.

Con el fin de prepararme para este primer viaje a la Edad Media, durante los últimos meses he estado avituallándome de los diferentes elementos de la indumentaria de la época. He tenido la suerte de poder contar con el buen hacer en la costura de mi querida madre, sin duda la mejor costurera del reino ;-), quién se ha encargado de mis ropajes de la vida civil.

Calzones medievales.
¡Cómo disfruté con las sesiones de sastrería medieval! Primero me coloqué los calzones. Al ver esta prenda me quedé impactado, pues ocupaba casi dos plazas enteras de mi sofá. En la web que lo compré ponía talla única, pero cuando lo vi pensé: esto es para un señor de 150 kilos. Lo que pasa es que va con un cordel atado a la cintura y queda abombachado. 

Encima van las calzas, una especie de pantalones con cada pernada por separado que van atadas a los calzones. Esta prenda será precisamente mi próxima adquisición. Es cierto que sólo con los calzones te sientes algo ridículo, como una especie de bufón de la corte. Suerte que después con las calzas parece que se recupera la dignidad.

La gozada es cuando te pones la saya o túnica, que se ensancha por la parte de abajo. Eso le da un vuelo que transmite elegancia. Vaya, que yo cuando me la puse, me dieron ganas de inventarme algún baile medieval porque la verdad es que la prenda da juego. O de repente te da por hacer grandes gesticulaciones o reverencias para anunciar la presencia de su majestad la reina ;-)




Sin olvidar las botas, un modelo de piel con la suela tachonada, es decir, pequeños remaches en las suelas para no resbalarse con la lluvia o el barro. Eso sí, al caminar por casa, parecía que llevara zapatos de claqué...  

Para poner la guinda al pastel, la llamada crespina, el clásico gorro medieval. En casa me hacían bromas y decían que parecía una holandesa con la cofia típica del traje nacional. Pero yo, al mirarme al espejo, ya me veía caminando por calles empedradas en medio de la muchedumbre, oyendo los golpes del herrero, los cascos de los caballos al pasar, las monedas de las casas de cambio y los brindis de la hidromiel en la algarabía de la taberna… 



jueves, 21 de febrero de 2013

Cuando el río suena, espada lleva…




Una de las cosas que más me gusta de la historia es poder descubrir la verdad que se esconde detrás de la leyenda. En este caso, el hallazgo ha sido fortuito, pero no por eso menos curioso.

Leyendo al mayor estudioso de espadas de todos los tiempos, Ewart Oakeshott, he descubierto que una parte de la leyenda de Excalibur es real.

Obviamente, no estoy hablando de la dama del lago sino del acto de lanzar la espada al lago, que después deriva en la fantasía de un brazo que surge del agua para coger Excalibur, blandirla tres veces y desaparecer bajo las aguas.

Pues bien, según Oakeshott, existía en la Edad Media un ritual desconocido consistente en lanzar las espadas a los ríos y lagos. Creo que el autor nos aporta una prueba irrefutable: “Cerca del 80% de las espadas medievales que han sobrevivido a nuestros días se han encontrado en ríos o lagos. Además, la mayoría de ellas no estaban en zonas donde pudieran haber caído por casualidad como debajo de un puente o se encontraban en corrientes demasiado pequeñas para que pudieran navegar embarcaciones”.

Dibujo de E. A. Christensen publicado en
Records of The Medieval Sword.
Ewart plantea como hipótesis que podría tratarse de un ritual religioso y que la dama del lago sería precisamente una proyección romántica del sacerdote custodio del depósito de armas.

¿Pero porqué deshacerse de algo tan valioso en aquella época?

Los nórdicos enterraban a sus guerreros con sus respectivas espadas, pero en muchas ocasiones eran extraídas por generaciones posteriores o simplemente eran robadas. Incluso en ocasiones la espada del difunto se rompía ex profeso para que no se pudiera volver a utilizar.

Este celo nos habla del gran simbolismo que tenía la espada en el Medievo. Era mucho más que un arma. El gran icono del caballero. Sus dos filos representan la justicia y la lealtad.

Me da por pensar que no es casualidad que se escogiera el agua como medio de este ritual. En el cristianismo el agua es signo de pureza e inicio de una nueva vida, con su máximo exponente en el bautismo. ¿Y si el hombre de armas de la época creyera que esta ceremonia le permitía seguir con su amada espada atada al cinto también en la otra vida?

Yo también quiero llevar mi espada al más allá… por si tengo que lidiar con diablillos insolentes ;-)