jueves, 21 de febrero de 2013

Cuando el río suena, espada lleva…




Una de las cosas que más me gusta de la historia es poder descubrir la verdad que se esconde detrás de la leyenda. En este caso, el hallazgo ha sido fortuito, pero no por eso menos curioso.

Leyendo al mayor estudioso de espadas de todos los tiempos, Ewart Oakeshott, he descubierto que una parte de la leyenda de Excalibur es real.

Obviamente, no estoy hablando de la dama del lago sino del acto de lanzar la espada al lago, que después deriva en la fantasía de un brazo que surge del agua para coger Excalibur, blandirla tres veces y desaparecer bajo las aguas.

Pues bien, según Oakeshott, existía en la Edad Media un ritual desconocido consistente en lanzar las espadas a los ríos y lagos. Creo que el autor nos aporta una prueba irrefutable: “Cerca del 80% de las espadas medievales que han sobrevivido a nuestros días se han encontrado en ríos o lagos. Además, la mayoría de ellas no estaban en zonas donde pudieran haber caído por casualidad como debajo de un puente o se encontraban en corrientes demasiado pequeñas para que pudieran navegar embarcaciones”.

Dibujo de E. A. Christensen publicado en
Records of The Medieval Sword.
Ewart plantea como hipótesis que podría tratarse de un ritual religioso y que la dama del lago sería precisamente una proyección romántica del sacerdote custodio del depósito de armas.

¿Pero porqué deshacerse de algo tan valioso en aquella época?

Los nórdicos enterraban a sus guerreros con sus respectivas espadas, pero en muchas ocasiones eran extraídas por generaciones posteriores o simplemente eran robadas. Incluso en ocasiones la espada del difunto se rompía ex profeso para que no se pudiera volver a utilizar.

Este celo nos habla del gran simbolismo que tenía la espada en el Medievo. Era mucho más que un arma. El gran icono del caballero. Sus dos filos representan la justicia y la lealtad.

Me da por pensar que no es casualidad que se escogiera el agua como medio de este ritual. En el cristianismo el agua es signo de pureza e inicio de una nueva vida, con su máximo exponente en el bautismo. ¿Y si el hombre de armas de la época creyera que esta ceremonia le permitía seguir con su amada espada atada al cinto también en la otra vida?

Yo también quiero llevar mi espada al más allá… por si tengo que lidiar con diablillos insolentes ;-)