jueves, 19 de septiembre de 2013

Balaguer recupera su esplendor condal

El pasado fin de semana, Barcelona no tuvo más remedio que compartir su título de ciudad condal con Balaguer, pues allí se congregaron un gran número de huestes –más de 250 personas y 30 grupos-, en el marco de Harpia 2013, el III Encuentro Internacional de Grupos de Recreación Medieval.

Hacia allí me dirigí raudo y veloz en respuesta a la llamada de armas del comte d’Urgell Jaume II, quien se había alzado contra el rey Ferrán de Antequera al considerar legítimo su derecho al trono de la Corona de Aragón.

Jordi, de la Companyia d'Almogàvers.
Paco, del Clan Hávamál.
Durante la mañana del sábado, los guerreros se entregaron a la habitual jornada de entrenamiento. Yo estuve probando el lanzamiento de azconas y hachas, donde almugabares y vikingos demostraron el gran dominio que tienen de estas armas. No en vano, el torneo de azconas lo ganó Jordi, de la Companyia Almogàver.

En el torneo de hachas tampoco hubo sorpresas. Se impuso Paco, del Clan Hávamál. De hecho, llevaba toda la mañana clavando en la madera una media de dos de cada tres lanzamientos.  

Donde sí hubo sorpresas fue en el torneo de tiro con arco, en el que se impuso una recreacionista que practicaba por primera vez. Sin duda, apunta maneras.

La contienda
Tras la suculenta comida, me tumbé un momento en la hierba junto a la tienda. Las ramas de los sauces llorones parecían caer cual lluvia frondosa… Pero no hubo tiempo para más descanso porque Jaume d’Urgell había convocado a todos los hombres de armas ante la inminente llegada de un contingente de Ferrán de Antequera.

La actividad frenética tomó entonces el campamento. Escuderos y esposas voluntariosas ayudaban a los guerreros a ponerse las cotas de maya y los yelmos. Miradas de concentración en los hombres de armas. Yo hasta última hora no supe si iba a entra en batalla, porque no tenía guante de malla para la mano con la que iba a empuñar mi espada. Vaya, cosas típicas de los novatos. Suerte que Roger, uno de los capitanes de la Orden de la Espada, me prestó el suyo. ¡Sería mi primera contienda!

Foto de Juan Carlos Sanmartín.
Las tropas condales y las del Trastámara se desplegaron en el margen del río Segre. Las dos comitivas se acercaron para encontrar algún atisbo de acuerdo. Ferrán ordenó rendirse a Jaume II y el conde le contestó:
-Això mai, o rei o res! (¡Eso nunca, o rey o nada!).

Habría batalla y los hombres de armas recibieron la noticia con gritos aguerridos y picando con sus espadas en los escudos. Cada bando formó dos líneas de infantería que avanzaban bajo las órdenes de unos entregados capitanes. Todos ellos se dejaron literalmente la voz para lograr un avance de uniforme y compacto.
Foto de Juan Carlos Sanmartín.
Las sucesivas órdenes de intercambio de filas, fruto de un gran trabajo de coordinación del Clan El Cuervo, permitieron mantener la intensidad de ataque, ya que de esta manera la vanguardia pasaba a la retaguardia para tomar un respiro y recobrar fuerzas.

El climax de la contienda se produjo cuando las fuerzas vikingas mercenarias lanzaron una gran carga. En décimas de segundo, vi a un aguerrido guerrero abalanzarse sobre mí. Me salió un grito de furia totalmente instintivo, fruto de la subida de adrenalina. La embestida fue brutal, pero creo que pude resistir bastante dignamente para ser mi primera batalla.

Con la carga, las líneas vikingas perdieron su uniformidad, algo que aprovecharon las huestes cristianas para provocar un importante número de bajas en el bando contrario.

Al final, qué gran sensación levantar la espada y gritar victoria… Quizás la experimenté así de intensamente porque sé que otro día me tocará a mi morder el polvo…

Llegó la hora de la entrada triunfal a la ciudad de Balaguer, en medio de los vítores de la plebe. Era impresionante ver el reguero de antorchas que portaban las huestes a lo largo de toda la muralla, en dirección al Castell Formós, para recibir los honores de Jaume d’Urgell.

Al caer la noche, la fiesta y el desenfreno tomaron el campamento. Las carcajadas se mezclaban con los cánticos a la tenue luz de las lámparas. Los reflejos de las lumbres refulgían con la misma intensidad que las efervescencias etílicas. Y es que ¿quién se puede resistir a un gran surtido de licores hechos artesanalmente por los propios recreacionistas? Que si limonchello, licor de moras, orujo…

No es de extrañar que a la mañana siguiente el techo de la tienda diera vueltas como si de una rueda de molino se tratara…

Lizas
Participantaes de las lizas.
Pero no había tiempo que perder, porque las lizas estaban a punto de comenzar. Un total de 14 hombres de armas esperaban pacientemente su turno para poner a prueba su destreza con la espada. Y realmente se vieron combates interesantes, con algunos detalles muy técnicos como una triple finta de espada. La final enfrentó a Carlos, de Miles Seculi, y a Lluis, señor de Brena y miembro de las Huestes de Brena. Un duelo realmente disputado que finalmente se llevó Carlos, erigiéndose en campeón de las lides.





Campamento de la Companyia de
Claramunt.
Los combates coincidieron con la jornada de puertas abiertas del campamento, que estaba ordenado cronológicamente del siglo IX al XV. Un pasillo interior permitía al público ver más de cerca los diferentes destacamentos. Las gentes del siglo XXI pudieron percibir cómo los recreacionistas cuidan hasta el más mínimo detalle. Valga como ejemplo los lentes de madera de mi compañero de armas Xavi.

Esta aproximación también permitió la interacción entre el público y las gentes del Medievo. A mí se me acercó a hablar un hombre que me confesó que era ‘cátaro puro’… Porque no tenía confianza sino le hubiera dicho en plan de broma: no se te ocurra ir este año por Muret…

El encuentro de recreación concluyó en la plaça de Mercadal, donde se entregaron los premios de las diferentes disciplinas. A las ya nombradas se sumaron la de la mujer y el hombre mejor vestidos, que recayeron en la dama de Alcalatén Pilar y en Luis, de la Compañía del Norte.

Al final, las huestes se despidieron con pesar por la marcha pero con el latido condal de Balaguer en sus corazones, deseando la pronta llegada su próximo viaje en el tiempo.