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Catedral de York. |
El viaje navideño que recuerdo con más cariño es sin duda
el que me llevó a York. Y es que en diciembre esta joya del Medievo inglés
rezuma navidad por los cuatro costados. Podrás encontrar un coro de estudiantes
cantando villancicos en una callejuela mientras por detrás se asoma curioso el
gran gigante de Yorkshire, la catedral de York, la construcción gótica más
grande del norte de Europa. Destaca en su vidriera frontal un corazón de
tracería florentina, el conocido como Heart of Yorkshire.

Y es que si de algo puede presumir York es de historia. No
en vano fue cuna de romanos, vikingos y normandos, y el resultado hoy es un
marco incomparable. De hecho, en una visita guiada se puede ver en un mismo
lugar diferentes estratos de muralla según su origen romano, vikingo o
normando. Una auténtica metáfora: la historia la escribimos todos.
Y de la muralla quería hablaros. De hecho, York alberga la
de mayor recorrido de Inglaterra: 3,4 km. Hoy se puede dar un relajante paseo
por sus almenas. Lo que otrora fue un trajín de soldadesca hoy es un remanso de
silencio y un balcón privilegiado para avistar la ciudad.
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Micklegate Bar. |
Y no hay mejor manera de rematar este paseo que visitar algunas
de las puertas de entrada a la ciudad, que conservan su esplendor medieval. Es
el caso de la Micklegate Bar, la puerta de entrada a York empleada por las
comitivas reales y donde colgaban las cabezas de los reos y los ejecutados por
ser considerados enemigos del reino, algunos de alta alcurnia como fue el caso Richard
Plantagenet, padre de Eduardo IV y Ricardo III. En este ‘minimuseo’ uno puede divertirse
‘jugando’ a ser una de esas cabezas, un recurso que tal vez se empleó el teatro callejero de la época.

En extramuros podemos encontrar las ruinas de la Abadía de Santa María, un lugar lleno de magnetismo. Sus árboles retorcidos parecen cobrar
vida, una mezcla de encanto y misterio.
Una curiosidad: la multinacional McDonald’s tentó al
consistorio de York prometiéndole una jugosa suma de dinero y una amplia zona
ajardinada si le dejaban poner una 'M' gigante de su logo en una de las puertas medievales de la ciudad.
Por suerte, el ayuntamiento declinó la oferta.
De haber prosperado la tentativa, dudo que la 'M' gigante
hubiera estado mucho tiempo en pié. De buen seguro que los guerreros romanos,
vikingos y normandos hubieran recobrado vida ante tal afrenta y unos pocos golpes
de hacha de esos fornidos brazos habrían bastado para hacer caer el logo gigante. Quizás más
rápido que en lo que tarda esta cadena de fast food en hacer una hamburguesa.
Yo os propongo otra 'M', menos hostil y más cálida: Merry
Christmas.
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Festival of Angels. |
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