martes, 25 de diciembre de 2012

York, una Navidad de postal

Catedral de York.

El viaje navideño que recuerdo con más cariño es sin duda el que me llevó a York. Y es que en diciembre esta joya del Medievo inglés rezuma navidad por los cuatro costados. Podrás encontrar un coro de estudiantes cantando villancicos en una callejuela mientras por detrás se asoma curioso el gran gigante de Yorkshire, la catedral de York, la construcción gótica más grande del norte de Europa. Destaca en su vidriera frontal un corazón de tracería florentina, el conocido como Heart of Yorkshire.

En sus calles podemos descubrir sus casas milenarias, algunas con las típicas maderas negras que contrastan con la cal blanca. Otras cuya planta superior sobresale y está a punto de tocarse con la casa de la acera de enfrente. En algunas equinas podemos ver algunos motivos esculpidos en madera, como el torso de una mujer desnuda –seguramente una sirena– que en su día decoraba la proa de un barco.


Y es que si de algo puede presumir York es de historia. No en vano fue cuna de romanos, vikingos y normandos, y el resultado hoy es un marco incomparable. De hecho, en una visita guiada se puede ver en un mismo lugar diferentes estratos de muralla según su origen romano, vikingo o normando. Una auténtica metáfora: la historia la escribimos todos.

Y de la muralla quería hablaros. De hecho, York alberga la de mayor recorrido de Inglaterra: 3,4 km. Hoy se puede dar un relajante paseo por sus almenas. Lo que otrora fue un trajín de soldadesca hoy es un remanso de silencio y un balcón privilegiado para avistar la ciudad.

Micklegate Bar.
Y no hay mejor manera de rematar este paseo que visitar algunas de las puertas de entrada a la ciudad, que conservan su esplendor medieval. Es el caso de la Micklegate Bar, la puerta de entrada a York empleada por las comitivas reales y donde colgaban las cabezas de los reos y los ejecutados por ser considerados enemigos del reino, algunos de alta alcurnia como fue el caso Richard Plantagenet, padre de Eduardo IV y Ricardo III. En este ‘minimuseo’ uno puede divertirse ‘jugando’ a ser una de esas cabezas, un recurso que tal vez se empleó el teatro callejero de la época.

Una muestra de la carga histórica ciudad es su etimología. Prácticamente todas sus calles acaban con la expresión gate, procedente de la palabra vikinga gata, que significa ‘vía, sendero’. Es el caso de Whip Ma Whop Ma Gate, una de las calles más pequeñas de la ciudad, que paradójicamente tiene el nombre más largo.

En extramuros podemos encontrar las ruinas de la Abadía de Santa María, un lugar lleno de magnetismo. Sus árboles retorcidos parecen cobrar vida, una mezcla de encanto y misterio.

Una curiosidad: la multinacional McDonald’s tentó al consistorio de York prometiéndole una jugosa suma de dinero y una amplia zona ajardinada si le dejaban poner una 'M' gigante de su logo en una de las puertas medievales de la ciudad. Por suerte, el ayuntamiento declinó la oferta.

De haber prosperado la tentativa, dudo que la 'M' gigante hubiera estado mucho tiempo en pié. De buen seguro que los guerreros romanos, vikingos y normandos hubieran recobrado vida ante tal afrenta y unos pocos golpes de hacha de esos fornidos brazos habrían bastado para hacer caer el logo gigante. Quizás más rápido que en lo que tarda esta cadena de fast food en hacer una hamburguesa.

Yo os propongo otra 'M', menos hostil y más cálida: Merry Christmas.

Festival of Angels.


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